Primero es, la “lectura” del mundo, del pequeño mundo en que uno se mueve; después la lectura de la palabra que no siempre, a lo largo de la escolarización, es la lectura de la “palabra-mundo”.
El "acto de “leer” para Freire es el mundo particular en que se movía. El mundo de su actividad perceptiva, y por eso mismo como el mundo de sus primeras lecturas.
"Los “textos”, las “palabras”, las “letras” de aquel contexto –en cuya percepción me probaba, y cuanto más lo hacía, más aumentaba la capacidad de percibir– encarnaban una serie de cosas, de objetos, de señales, cuya comprensión yo iba aprendiendo en mi trato con ellos, en mis relaciones con las personas." Paulo Freire
De aquel contexto, el del mundo inmediato formaba parte, por otro lado, el universo del lenguaje de los mayores, expresando sus creencias, sus gustos, sus recelos, sus valores. Todo eso ligado a contextos más amplios que el del mundo inmediato de un niño y cuya existencia no es posible ni siquiera sospechar.
La comprensión del acto de leer el mundo particular en que uno se mueve, se basa en repito, re-creo, re-vivo, la experiencia vivida en el momento en que todavía no leía la palabra.
El desciframiento de la palabra fluye naturalmente de la “lectura” del mundo particular.
Un niño debe ser alfabetizado con palabras de su mundo y no del mundo mayor de los adultos.
La lectura de la palabra, de la frase, de la oración, jamás debe significar una ruptura con la “lectura” del mundo. La lectura de la palabra debe ser la lectura de la “palabra-mundo”.
La comprensión crítica de la importancia del acto de leer se va constituyendo en el niño a través de su práctica sin caer en el error de ejercicios de los que resulte un simple darse cuenta de la existencia de una página escrita delante que debe ser cadenciada, mecánica y fastidiosamente “deletreada” en lugar de realmente leída.
Freire propone que en la escolarización no hay que reducir nada en tabletas de conocimientos que los estudiantes deberían engullir, sino, por el contrario, proponerse a la curiosidad de los alumnos de manera dinámica y viva, en el cuerpo mismo de textos.
Los alumnos no tienen que memorizar mecánicamente la descripción del objeto, sino aprender su significación profunda. Sólo aprendiéndola serán capaces de saber, por eso, de memorizarla, de fijarla. La memorización mecánica de la descripción del objeto no se constituye en conocimiento del objeto. Por eso es que la lectura de un texto, tomado como pura descripción de un objeto y hecha en el sentido de memorizarla, ni es real lectura ni resulta de ella, por lo tanto, el conocimiento de que habla el texto.
"Vi la alfabetización de adultos como un acto político y como un acto de conocimiento, y por eso mismo un acto creador." Paulo Freire
En cuanto un acto de conocimiento y acto creador, el proceso de la alfabetización tiene, en el alfabetizando, su sujeto. El hecho de que éste necesite de la ayuda del educador, como ocurre en cualquier acción pedagógica, no significa que la ayuda del educador deba anular su creatividad y su responsabilidad en la creación de su lenguaje escrito y en la lectura de su lenguaje.
La alfabetización es la creación o el montaje de la expresión escrita de la expresión oral. Ese montaje no lo puede hacer el educador para los educandos, o sobre ellos. Ahí tiene él un momento de su tarea creadora.
La lectura del mundo precede siempre a la lectura de la palabra y la lectura de ésta implica la continuidad de la lectura de aquél. Este movimiento del mundo a la palabra y de la palabra al mundo está siempre presente. Movimiento en que la palabra dicha fluye del mundo mismo a través de la lectura que de él hacemos. De alguna manera, sin embargo, podemos ir más lejos y decir que la lectura de la palabra no es sólo precedida por la lectura del mundo sino por cierta forma de “escribirlo” o de “reescribirlo”, es decir de transformarlo a través de nuestra práctica consciente.
Freire insiste en que las palabras con que organizar el programa de alfabetización deben provenir del universo vocabular de los grupos populares, expresando su verdadero lenguaje, sus anhelos, sus inquietudes, sus reivindicaciones, sus sueños. Deben venir cargadas de la significación de su experiencia existencial y no de la experiencia del educador. El universo vocabular es el conjunto de las palabras del Pueblo, grávidas de mundo.
Ese conjunto de palabras pasan a ser representaciones de situaciones concretas y es posibilita a los grupos populares una “lectura” de la “lectura” anterior del mundo, antes de la lectura de la palabra.
En conclusión, el acto de leer, implica siempre percepción crítica, interpretación y “reescritura” de lo leído de la mano con lo vivido.
El "acto de “leer” para Freire es el mundo particular en que se movía. El mundo de su actividad perceptiva, y por eso mismo como el mundo de sus primeras lecturas.
"Los “textos”, las “palabras”, las “letras” de aquel contexto –en cuya percepción me probaba, y cuanto más lo hacía, más aumentaba la capacidad de percibir– encarnaban una serie de cosas, de objetos, de señales, cuya comprensión yo iba aprendiendo en mi trato con ellos, en mis relaciones con las personas." Paulo Freire
De aquel contexto, el del mundo inmediato formaba parte, por otro lado, el universo del lenguaje de los mayores, expresando sus creencias, sus gustos, sus recelos, sus valores. Todo eso ligado a contextos más amplios que el del mundo inmediato de un niño y cuya existencia no es posible ni siquiera sospechar.
La comprensión del acto de leer el mundo particular en que uno se mueve, se basa en repito, re-creo, re-vivo, la experiencia vivida en el momento en que todavía no leía la palabra.
El desciframiento de la palabra fluye naturalmente de la “lectura” del mundo particular.
Un niño debe ser alfabetizado con palabras de su mundo y no del mundo mayor de los adultos.
La lectura de la palabra, de la frase, de la oración, jamás debe significar una ruptura con la “lectura” del mundo. La lectura de la palabra debe ser la lectura de la “palabra-mundo”.
La comprensión crítica de la importancia del acto de leer se va constituyendo en el niño a través de su práctica sin caer en el error de ejercicios de los que resulte un simple darse cuenta de la existencia de una página escrita delante que debe ser cadenciada, mecánica y fastidiosamente “deletreada” en lugar de realmente leída.
Freire propone que en la escolarización no hay que reducir nada en tabletas de conocimientos que los estudiantes deberían engullir, sino, por el contrario, proponerse a la curiosidad de los alumnos de manera dinámica y viva, en el cuerpo mismo de textos.
Los alumnos no tienen que memorizar mecánicamente la descripción del objeto, sino aprender su significación profunda. Sólo aprendiéndola serán capaces de saber, por eso, de memorizarla, de fijarla. La memorización mecánica de la descripción del objeto no se constituye en conocimiento del objeto. Por eso es que la lectura de un texto, tomado como pura descripción de un objeto y hecha en el sentido de memorizarla, ni es real lectura ni resulta de ella, por lo tanto, el conocimiento de que habla el texto.
"Vi la alfabetización de adultos como un acto político y como un acto de conocimiento, y por eso mismo un acto creador." Paulo Freire
En cuanto un acto de conocimiento y acto creador, el proceso de la alfabetización tiene, en el alfabetizando, su sujeto. El hecho de que éste necesite de la ayuda del educador, como ocurre en cualquier acción pedagógica, no significa que la ayuda del educador deba anular su creatividad y su responsabilidad en la creación de su lenguaje escrito y en la lectura de su lenguaje.
La alfabetización es la creación o el montaje de la expresión escrita de la expresión oral. Ese montaje no lo puede hacer el educador para los educandos, o sobre ellos. Ahí tiene él un momento de su tarea creadora.
La lectura del mundo precede siempre a la lectura de la palabra y la lectura de ésta implica la continuidad de la lectura de aquél. Este movimiento del mundo a la palabra y de la palabra al mundo está siempre presente. Movimiento en que la palabra dicha fluye del mundo mismo a través de la lectura que de él hacemos. De alguna manera, sin embargo, podemos ir más lejos y decir que la lectura de la palabra no es sólo precedida por la lectura del mundo sino por cierta forma de “escribirlo” o de “reescribirlo”, es decir de transformarlo a través de nuestra práctica consciente.
Freire insiste en que las palabras con que organizar el programa de alfabetización deben provenir del universo vocabular de los grupos populares, expresando su verdadero lenguaje, sus anhelos, sus inquietudes, sus reivindicaciones, sus sueños. Deben venir cargadas de la significación de su experiencia existencial y no de la experiencia del educador. El universo vocabular es el conjunto de las palabras del Pueblo, grávidas de mundo.
Ese conjunto de palabras pasan a ser representaciones de situaciones concretas y es posibilita a los grupos populares una “lectura” de la “lectura” anterior del mundo, antes de la lectura de la palabra.
En conclusión, el acto de leer, implica siempre percepción crítica, interpretación y “reescritura” de lo leído de la mano con lo vivido.
Comentarios
Publicar un comentario